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Por: Martín Fuentes
Fotografía: Martín Fuentes
Fotografía: Martín Fuentes
Entre el suicidio, el
drama y la tragedia
“Que no se culpe a nadie de mi muerte”,
monólogo de Humberto Robles llega a su
función número 20 en Teatro Frida Kahlo
y anuncia gira.
Hay mil maneras de morir.
Una bala en la sien o en
el paladar, una ingesta
masiva de pastillas, una
soga, veneno… pero quizá
la forma más cruel de terminar con la
vida es recordando esos momentos
que produjeron tanta infelicidad que
irremediablemente nos orillan a querer
terminar, lo más pronto posible con la
existencia.
Aunque probablemente una llamada,
largamente anhelada, podría cambiar
el curso de las cosas y el suicidio no sea
la salida idónea.
El monólogo “Que no se culpe a nadie
de mi muerte” es una pieza de Humberto Robles sobre una mujer que en los
últimos momentos de su vida recapitula
todos aquellos detalles que la llevaron
a tomar la decisión de arrancarse la
existencia.
Es una tragicomedia que esconde
bajo diálogos divertidos y situaciones que se antojan chuscas, un gran
problema. El inmenso dolor de la protagonista se mezcla con anécdotas
divertidas y situaciones que arrancan
la carcajada.
Pero en realidad, el texto de Robles
hace hincapié en una problemática que
cada vez aqueja más a la sociedad: la
tasa de suicidios va en aumento.
La protagonista, interpretada de una
forma extraordinaria, fresca y desenfadada por Adriel Vázquez, espera inútilmente que su teléfono suene. Desde
el primer momento es evidente que
una simple llamada, en este caso de
su novio, la haría desistir de sus intenciones.
Pero mientras el teléfono permanece
mudo, la mujer adentra al espectador
de los por qués de su decisión.
Una madre indolente y más preocupada por el botox que por sus hijas, una
hermana lesbiana y drogadicta, una
abuela clasista y racista, una monja
cruel que usa la religión como castigo y
un novio desprovisto de la capacidad de
amar de la misma forma que su pareja
contribuyen en diferentes medidas al
destino fatal de la antiheroína
En las obras de Humberto Robles las
mujeres llevan un rol estelar gracias a
que el autor las provee de un encanto
particular que enamora a la audiencia.
Esto ocurre con “Que no se culpe
a nadie de mi muerte”. Aunque hay
personajes que podrían ser repudiados
por el público, están tan delicadamente
concebidos y por lo mismo tan bien
elaborados que terminan fascinando.
De una forma intensa, simpática y
hasta entrañable, Adriel salta de personaje en personaje con una facilidad
asombrosa. La joven actriz de sólo 17
años de edad, está estupendamente
dirigida por Víctor Vázquez.
Entre ambos se da, no sólo la complicidad de padre-hija, también forman
una mancuerna perfecta como director-actriz y gracias a ello el montaje
resulta disfrutable de principio a fin.
En la función número 20 de “Que
no se culpe a nadie de mi muerte” se
anunció que la puesta en escena continuará dos semanas más en el Teatro
Frida Kahlo para luego salir de gira
por Aguascalientes y Guadalajara para
después volver al espacio ubicado en
Morelos 949A Barrio Antiguo.
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