Imagina que me recomiendas una película | KATO GUTIÉRREZ | Diciembre 2025

Imagina que me recomiendas una película

Te escribo para vernos y nunca puedes venir. Me quedo ilusionado en esa banca del parque en la que durante un otoño se nos acomodó muy bien a nuestras caderas. Y no llegas. Me mandas screen shots de tu agenda llena, la cual antes ignorabas con tal de acabar con un orgasmo encima. Es la vida, dices. Es la muerte, contesto.

Imagina que bailamos en un bar del centro, hay luna llena. Suena rock en español que tú conoces mejor que yo, te puse un clavel rojo artificial en tu vestido, mi incredulidad de tener mis manos en tus caderas es más grande que la fama del cantante argentino que suena mientras bailamos como si fuéramos a morir esa noche. Yo, tú, no importa pero alguien metió la lengua a la boca del otro y fue como aprender a nadar: intenso, divertido, nuevo. Empiezas a cantar la de Knowing you Knowing me y viajamos al pasado.

Una vez dijimos que si necesitábamos ayuda, sólo mandáramos un mensaje, a lo mejor estábamos pedos. A lo mejor no sabíamos lo que es la vida a estas alturas: una lluvia de estrellas muriendo, momentos naciendo y muriendo en segundos, suerte y pendejadas así. Me gusta escucharte cuando hablas de tus gustos, tus libros. Me gustas.

Te me apareces en las nubes, recuerdo tus ojos, tú viéndome temblar cuando me tocas. Recuerdo tus miradas de abajo hacia arriba, de arriba hacia abajo. Jugamos a hablar idiomas que no conocemos. Inventamos bebidas, lugares, aventuras. Nos tirábamos al piso abajo de la mesa del comedor y hablábamos por horas, ahí un día me diste una mala noticia.

Imagina que te quedas con mi perro. Imagina que sólo tú crees en mí, pero no nos podemos ver, por una cosa, por otra, por la chingada. Imagina que pasa el tiempo y luego te arrepientes (todos nos arrepentimos) de algo, de lo dicho, lo callado, los actos, lo no hecho, y seguimos igual de jodidos de lunes a domingo.

Imagina que quiero llamar tu atención pero he fallado duro. No importa si abiertamente te digo que necesito verte o te mando el link de una canción o pongo un anuncio en avisos de ocasión, o pinto un mensaje enorme con gis en la calle que pasas todos los días rumbo a tu trabajo. 

Imagina que estamos en España, acurrucados en la cama te cuento una historia de un náufrago mexicano, un humilde pescador que lo atrapó una tormenta en el Pacífico, que lo dieron por muerto, y después de más de cuatrocientos días llegó en unos pedazos de madera a las Islas Marshall, para acabarla de chingar nadie le creyó, regresó a su casa y se dio cuenta que su esposa ya se había casado con su mejor amigo. Y nadie le creyó nada.

Un café jugando a vernos en silencio, rozando nuestros pies. Caminamos por el centro viendo las fachadas de los edificios, apostando besos a quien acierte a la hora del atardecer. Saludamos a extraños, cedemos el paso. Nos besamos mientras los semáforos están en rojo. Miramos a las personas a los ojos, se asustan. Dos policías, nos detienen, no pueden formular ningún delito, nos piden los pasaportes, nos reímos. Nos aguantamos las ganas de decir que se los podemos meter por el culo, pero nos callamos porque ya nos imaginamos cogiendo de nuevo mientras dejamos de escuchar el discurso de los oficiales. 

Jugamos escondidas en un Museo. Un concierto de Sabina y de sorpresa invitó al escenario a Fito. Dijiste que ese era el mejor momento de tu vida, yo me quedé callado recordando todos los orgasmos que hemos armado. Cantamos, gritamos y lloramos tomados de la mano, rezamos a todos los dioses que la noche no terminara.

Una obra de teatro al azar, temblamos. Una comida de seis horas. Cuatro botellas de vino tinto, las verdades salen más baratas. Recitas a poetas latinoamericanos y me gustas aún más. Un partido de Frontenis, en donde te convenzo a apostar cien Euros al menos favorito, a la pareja que trae las palas azules. Guardamos silencio mientras nuestras rodillas se tocan, cuando el público aplaude, nos besamos. No supimos quien ganó. Jamón Serrano. Cerveza. Vino. Ópera. Tú. Buscamos la casa de Benjamín Prado. Encontramos un torneo clandestino de ajedrez. Un partido de fútbol, el cual nos importa una madre y acabamos teniendo sexo en el baño de mujeres. Me gusta cuando bajas la mirada porque algo que dije te emocionó. Me gusta poder detectar, con solo verte, cuando estás ovulando.

Corremos a un lago, en nuestras mentes lo convertimos en un océano que silba poesía de Cortazar, nos metemos hasta mojar nuestras rodillas raspadas. Amanecemos en otro hotel. Hay café. Estás tú. Es la vida perfecta. Me cuentas de la noche que nos conocimos en un restaurante de lujo, tú dices que era Chicago, yo digo que era Nueva York, pero no importa porque recordamos lo que le pasó a nuestras pieles esa primera vez que se rozaron.

Dijiste que te hablara en una hora, me quede sin pila, no supe de mi en toda la noche. No supe de ti. Pasaron los años. Estuvimos al mismo tiempo en Sao Paulo pero lo descubrimos desde nuestros vuelos de regreso al ver nuestras redes sociales. No hicimos nada al respecto. Cómo si no nos importáramos. Cómo si el avión se fuera a caer. Como si fuéramos la película de Serendipity y tuviéramos la certeza que en diez años nos volveremos a ver. Cómo si fuéramos inmortales. Cómo si le fuéramos a ganar al tiempo, a las células muriendo, o a la indecisión, o a la comodidad de lo tibio, lo banal, lo gris.

No supe de mí. Hay décadas escondidas en días.

Imagina que me recomiendas una película, la vi y no me gustó. Imagina que te pido que veas otra para que sepas cómo me siento, pero no la has visto. 

Kato Gutiérrez 
kato@ruidoso.mx 
Instagram: @Katogtz 
Facebook: @Kato Guitérrez

Escritor originario de Monterrey, N.L. Dentro de los más vendidos de Gandhi, Amazon Best Seller #6 y Novela Favorita del 2016 Círculo Sanborns. Audio Series #1 en España y Latin Podcast Academy Award. Entre sus novelas se encuentran “Cuatro Segundos”, “El Instante que nos queda”, “No puedo ver las estrellas” y “Rockstar”. TEDx Speaker, Ironman 70.3